La provincia de Burgos, en sus límites actuales, data de mediados del siglo XIX, por otra parte su capital fue fundada por el conde Diego Rodríguez Porcelos en el año 884 durante el avance repoblador desde las montañas del Norte hacia la meseta por los nobles que dominaban aquellas montañas.

Pero su historia comienza mucho antes. A sólo 15 kms. de la capital se sitúan los Yacimientos de Atapuerca que albergan la presencia en la zona de los primeros pobladores conocidos de Europa. Hace un millón doscientos mil años nuestros antecesores más remotos se abrigaron en sus cuevas y simas y hoy día nos descubren los secretos de la prehistoria.

En pleno neolítico, unos cinco mil años antes de cristo, humanos mejor organizados también han dejado huella en la provincia. En la Paramera de Sedano podemos apreciar una red de monumentos funerarios megalíticos, mehíres y dólmenes.

En la época celtíbera diversos pueblos ocupaban los límites actuales de la provincia. Al sureste los arévacos con el núcleo de Clunia, al este los Autrigones fuertes en Poza de la Sal, Briviesca, Cerezo del Río Tirón y Monasterio de Rodilla; en el norte montañoso los Cantabros en Amaya, los Ordejones o Humada; en el centro los Turmogos, agricultores y ganaderos en Sasamón y Tardajos y finalmente los Vacceos en el suroeste en Castrogeriz y Roa capaces de crear excedentes para su comercialización.

Roma fue plenamente asumida por la provincia de Burgos, sus pautas políticas, económicas y culturales calaron durante los dos siglos que tardó el imperio en conquistar el territorio burgalés. La organización municipal y la ampliación de la red urbana, el derecho, la moneda, el desarrollo agrícola y artesanal, la lengua latina y las obras públicas artísticas y religiosas nutrieron la provincia una vez romanizada. Clunia , Sasamón, Lara de los Infantes, Poza de la Sal, Roa, Briviesca, Monasterio de Rodilla y otras poblaciones surcadas por la Via Aquitana dotaron de espectaculares mansiones a la provincia, hoy un rico muestrario de mosaicos polícromos nos lo demuestran.

En el 476 los romanos dan paso a los visigodos que gobiernan hasta el 711 y acaban empapándose de una decadencia general que desemboca en el 714 con la entrada de los musulmanes en la provincia donde sólo permanecen 30 años. Los burgaleses se refugian en las tierras del Norte y apenas cumplido el año 800 se reorganizan en los valles del norte de la provincia dando como resultado el Territorio de Castilla. Valle a valle y con la ayuda de los monarcas astures alcanzan la línea del duero en el 912 haciendose fuertes en Clunia, Peñaranda de Duero, Roa y Aza.

Alejado el peligro musulmán el territorio comienza un despegue espectacular en todos los ámbitos. Esta época se puede personalizar en las exitosas andanzas del Cid Campeador por tierras de Castilla, Zaragoza y Levante.

Todo culmina en 1037 con la elevación de Castilla a la categoría de Reino y con ella el recordatorio del escudo de Burgos “Caput Castela” y la frase “Burgos siempre cabeza de Castilla”.

En el siglo XIV comienza un tiempo de crisis. El hambre la guerra y la enfermedad se ceban con los europeos occidentales y las tierras burgalesas no son excepción. La vida se ralentiza y la cultura se encoge.

Es el siglo XV el de oro en Burgos. Se roturan los campos, se amplía la ganadería, se organizan los pastos y los campos de cultivo y se intensifica la vid. Mejoran las comunicaciones, se animan los mercados y colocan a la capital en la vanguardia durante más de un siglo. Las oligarquías urbanas enriquecidas con el negocio de la lana se convierten en mecenas del arte. El gótico flamenco y el renacimiento dejan muestras de su potencial creador.

La quiebra llega un siglo más tarde. La atonía y recesión generalizada se plasman en la provincia. En el siglo XVII se produce el único contraste en la villa ducal de Lerma favorecida por el hombre más poderoso de la corte, el propio Duque.

En el siglo XVIII comienza otro periodo de crecimiento con las primeras empresas fabriles en Burgos, Pradoluengo, Frías, Espinosa de los Monteros, Valdenoceda y Melgar de Fernamental aunque solamente en la capital y Pradoluengo consiguen asentarse en el panorama económico provincial. Con las ideas ilustradas llega el intervencionismo estatal y el Neoclasicismo y con ello Casas Consitoriales a destacar en Burgos, Sotillo de la Ribera, Miranda de ebro etc junto a escuelas, teatros, posadas hospitales, hospicios, cárceles y alhóndigas.

El siglo XIX está marcado en su comienzo por los asentamientos franceses en Espinosa de los Monteros y Burgos con el pretexto de asegurarse el paso a Portugal. La Guerra de la Independencia sirvió como banco de pruebas a una nueva táctica militar: la guerrilla, inaugurada en tierras burgalesas por los geniales Cura Merino y El Empecinado. Costó caro a la cultura burgalesa, todo vestigio de la misma en los montes del castillo fueron arrasadas, saqueadas y despojadas de abundantes joyas artíticas.

El Liberalismo posterior a la ocupación napoleónica y las desamortizaciones acabaron con el poder eclesiástico al quitarle sus fuentes de financiación tras ser despojados del diezmo. Llego la ruina a los grandes conventos y la pérdida de patrimonio artístico.

Hoy día su posición estratégica como paso de Portugal a Francia y de la Capital del reino al Norte la han dotado de buenas infraestructuras e instituciones militares y religiosas. Al calor de estas la ciudad mejora su aspecto a principios de siglo pero la Guerra Civil y el éxodo rural de los 50 a los 70 son traumáticos para la ciudad. La agridulce sensación de ser protagonista en la Guerra Civil alojando al Gobierno Nacional la libra de batallas pero el abandono llega con el traslado a Madrid en cuanto acabó la Guerra.

La despoblación en los 60 hacía Madrid y el País Vasco sólo es parada en parte en 1964 con la declaración de Burgos como Polo de Promoción a las que más tarde se añaden Miranda de Ebro y Aranda de Duero

Con la Constitución y la entrada en España en la Unión Europea se abren nuevas posibilidades de desarrollo que se intentan aprovechar en el campo y la ciudad.